CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ 

    Alexis de Tocqueville y Gustave de Beaumont fueron enviados por el gobierno francés en 1831 a los Estado Unidos de América con una finalidad, aprender sobre el sistema penitenciario norteamericano y poder reproducir las políticas exitosas en el tratamiento de los criminales y aplicarlo en Francia.

    Durante un año ambos enviados franceses recorrieron las prisiones norteamericanas y canadienses aprendiendo las bondades de una reciente ciencia, llamada criminología, ya en 1832 de regreso a Francia ambos presentaron un informe sobre el sistema carcelario norteamericano y los beneficios de aplicarlo en Francia; sin embargo, lo más trascendental de este viaje, no fue el hecho de que ambos funcionarios franceses conocieran el sistema penitenciario, sino lo que más impacto, en especial a Tocqueville fue el sistema político americano y como este se sostenía en la idea de una democracia, que si bien era en esencia similar a la Europea, tenía características especiales, los cuales le hicieron pronosticar que Estados Unidos sería un superpotencia, casi 200 años después podríamos afirmar que no se equivocó; sin embargo, los recientes acontecimientos del asalto al Capitolio, símbolo de la democracia americana, acaecido al iniciar el 2021 por parte de los simpatizantes del presidente Donald Trump nos hace cuestionar si la larga tradición de casi dos siglos está pronto al llegar a su fin.

    Sobre la filosofía que sustenta la democracia

    La democracia suele tener tantas definiciones como personas para definirla, pero entre todas las definiciones tienen en común la idea del gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, que no es más que una idea nacida en el siglo V antes de Cristo y puesta en la práctica por Pericles en la ciudad estado de Atenas, y la cual radicaba que la decisión de los asuntos públicos era de competencia de todos los hombres libres (excluidos mujeres y esclavos claro está), los cuales se turnaban en las decisiones de gobierno, y que dichas decisiones eran supervisadas y/o controladas por los demás miembros, esto supone un control político del gobierno, lo cual era por cierto factible en atención que la ciudad Estado de Atenas estaba compuesto por 300 mil habitantes, de los cuales entre el 1% y 2% eran ciudadanos, por lo que la toma de decisiones de la cosa pública (del cual deriva del latín res pública o mejor conocido en nuestros días como República) era de fácil manejo.

    Si bien la democracia practicada por los griegos hace XXV siglos nos resulta anticuada para los modernos sistemas políticos, aún guarda en esencia el sustento por el cual la mayoría de los países se autodenominan democracias, esto es el concepto de isonomía, entendido como la igualdad ante la ley. Es un hecho evidente, y así lo advirtió Tocqueville, que los seres humanos somos diferentes, unos son más fuertes, otros más inteligentes, otros con mucho dinero, y otros sin recursos para siquiera comer; no obstante, lo que hace a los hombres iguales es la ley, pues (en teoría) no importa en quien creas, ni cuales sea los recursos o quienes sean tus padres, en la aplicación de la ley a todos se les juzga por igual, por ello la imagen de Diké, la diosa de la justicia siempre se le representa con los ojos vendados, lo que evidencia que la esencia de la democracia es la aplicación de la ley por igual, así “el Estado de derecho es un concepto muy extraño si se considera desde una perspectiva histórica ¿porqué debería aplicarse las leyes a todos por igual?(1) por ello en el libro La Democracia en América (1835) Tocqueville describe asombrado como es que funciona la democracia representativa en los Estados Unidos, esto en la medida que mientras en Europa aún existían rezagos de la nobleza y era normal considerar que un marqués, conde o duque proveniente de las diferentes dinastías reales europeas no podían ser iguales a un simple ciudadano, en América no existía ninguna clase de dinastía hereditaria, y los gobernantes no eran escogidos por derecho de sangre ni heredados, sino que el pueblo escogía, como los antiguos atenienses, a sus representantes, esto es, lo que diferenció sustancialmente a la democracia americana de la europea, esto radicó en la “isonomía de sus ciudadanos y la posibilidad que  dentro de esa igualdad, pudieran acceder a los cargos de dirección política en igualdad de oportunidades, así como el control del poder político por intermedio de la ley, la cual era emanada de un legislativo, que justamente representaba la voluntad popular” (2), estos dos factores, la igualdad ante la ley y la posibilidad de acceso al poder político en igualdad de posibilidades hicieron un sistema político ágil y dinámico que permitió una estabilidad envidiable de más de 200 años con 45 presidentes elegidos democráticamente y con sólo una constitución desde su independencia, y para proteger dicha democracia se utilizó como mecanismo de ingeniería constitucional la división de poderes, así “el instrumento con el que los padres del constitucionalismo esperaban proteger la libertad individual era la separación de poderes”(3).

    Es el sistema político estadounidense un gigante con pies de barro

    En la teoría política y sistemas de partidos se considera a la democracia estadounidense como un sistema bipartidista, esto desde una perspectiva politológica se entiende que dos partidos políticos tienen posibilidades de acceder al poder (4), así los republicanos y demócratas cada cuatro años miden fuerzas para llevarse el premio mayor que significa acceder a la presidencia de los Estados Unidos, razón por la cual se genera un cierto equilibrio entre liberales y conservadores los cuales se turnaban en el gobierno cada 8 años, debido a que el electorado solía premiar con una relección al presidente por su buena gestión, siendo este último Barack Obama; no obstante, en el 2016 pasó lo que pocos analistas preveían, esto es que el carismático y polémico magnate Donald Trump ganara las elecciones para los republicanos a la experimentada y favorita demócrata Hilary Clinton, lo cual se debió entre otras cosas a la autopercepción del pueblo norteamericano de que cada vez perdían mayor terreno e influencia internacional como superpotencia frente a China, la Comunidad Europea y en menor medida Rusia, y que Trump era el único con posibilidades de revertir dicha situación, pues el mejor que nadie representaba el espíritu competitivo y frontal que caracteriza al pueblo norteamericano, y por el contrario el espíritu conciliador de los demócratas lo único que ganaría en el terreno internacional es amigos u otro Nóbel a la Paz.

    Si bien Trump llegó al poder por el deseo del pueblo norteamericano de recuperar un sitial de influencia y poder en la comunidad internacional, en los cuatro años de gobierno no lo ha logrado, y por el contrario su contrapartida China ha aumentado dramáticamente su posicionamiento e influencia internacional, tanto así que la reciente guerra comercial dirigida por la administración de Trump contra China constituyó un manotazo de ahogado para evidenciar que aún los Estados Unidos era el que “partía el pastel” en la comunidad internacional, en ese orden de ideas, los seguidores de Trump y gran parte del pueblo estadounidense (lo que se evidencia de las ajustadas elecciones presidenciales que tuvo el mayor índice de votantes en su historia a pesar de encontrarse en plena pandemia),  sienten y presienten que con el republicano Joe Biden (el presidente más anciano en su historia en acceder al cargo) la presencia e influencia norteamericana se contraerá aún más, convirtiendo a los Estados Unidos en una potencia que muy probablemente en una década sea superada por el gigante asiático, ya sea porque a Estados Unidos cada vez le resulta más difícil mejorar, pues ha llegado a sus límites de producción tanto industrial como científica, mientras que China, Rusia y en menor medida la Comunidad Europea, sus capacidades de producción científica e industrial aún están lejos de llegar a su tope, esta situación y más aún sensación de dejar de ser el chico más popular del vecindario internacional ha motivado que los más acérrimos simpatizantes de Trump, que no por casualidad son ultranacionalistas, en su desesperación tomaran el Capitolio como señal de protesta, que no es más en nuestra opinión de un punto de inflexión antes de la caída de un gran imperio, sino recordemos las guerras civiles en el imperio romano antes de caer.

    AUTHOR: CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ (Bachiller en ciencia política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima -Perú), Licenciado en ciencia política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima – Perú), Maestro en gestión de políticas públicas por la Universidad Nacional Federico Villarreal (Lima – Perú), Candidato a doctor en filosofía en la especialidad de filosofía política – ética por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima – Perú), Especialista en derechos humanos y políticas públicas)

    (Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen únicamente al autor y no reflejan necesariamente las opiniones de World Geostrategic Insights).

    BIBLIOGRAFÍA

    1. PORQUÉ FRACASAN LOS PAÍSES, ACEMUGLU Darón y ROBINSON James, Editorial Planeta, Barcelona, 2012, pág. 323.

    2. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DEL PODER POLÍTICO. Gutiérrez De la Cruz Cristhian Hugo, Editorial Iusticia, Lima, Primera Edición, 2020.

    3. NUEVOS ESTUDIOS DE FILOSOFÍA, POLÍTICA, ECONOMÍA E HISTORIA DE LAS IDEAS, Hayek Friedrich, Unión Editorial, Madrid, 2° Edición, 2017.

    4. LOS PARTIDOS POLÍTICOS, Duverger Maurice, Fondo de Cultura Económica, México, 1957.

    Foto Créditos: BBC

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