Desde que asumió la presidencia, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no ha dejado de dar “sorpresas”. A pesar de ser acusado por sus oponentes de ser anti-imperialista, a lo largo de los últimos dos años no ha dejado de simpatizar y trabajar con el presidente Trump de forma directa e indirecta, siempre manteniendo una distancia prudente para no encender las alarmas de China.

    El mismo AMLO, después de visitar sorpresivamente a Trump el 8 de julio de este año declaró públicamente: “Por geopolítica, tenemos que buscar entendernos con Estados Unidos”.

    Durante la presidencia de Trump y su doctrina de “America First”, los Estados Unidos se han visto forzados a adentrarse hacia una guerra comercial en contra de China, en un intento por detener el avance descomunal del gigante asiático que amenaza con tomar el liderazgo y desplazar a los Estados Unidos para engendrar un nuevo mundo unipolar cuyo centro sea Beijing (a pesar del “multilaterismo” que alegan las maquinarias de propaganda del Partido Comunista Chino). El objetivo del Presidente Trump fue reducir la dependencia comercial con china y abrir puertas a otras alternativas nacionales y regionales, y los mejores candidatos para sustituir a los proveedores de materia china evidentemente son sus vecinos inmediatos: Canadá y México.

    En el marco de la guerra comercial entre los gigantes, México aprovechó la oportunidad de presentarse ante los Estados Unidos como un confiable aliado capaz de proveer las materias primas necesarias a la economía estadounidense y ser “la nueva China”. El mensaje de México a los EEUU es sencillo y claro: Si deseas reducir tu dependencia de China y emprender una guerra comercial, estoy aquí para ti, dispuesto a proveerle a tu economía todo lo que necesite para funcionar.

    Parece sorprendente la actitud de México en medio de la guerra comercial, pues a pesar de su afinidad ideológica por los movimientos de izquierda, el presidente AMLO no corrió a los brazos de China sino que disimuladamente decidió jugar del lado de Trump, pues la economía es la base del poder e impulsa las decisiones pragmáticas en la geopolítica, pues a corto y mediano plazo, es más conveniente para México mantener una sana y fluida relación comercial con su socio histórico por excelencia: Los Estados Unidos.

    Para México es conveniente que se mantenga la guerra comercial con China, pues es sumamente beneficioso para ellos poder suplir a sus vecinos, por lo que la continuación de la presidencia de Trump sería el mejor escenario para AMLO. Por esta razón, el presidente mexicano es uno de los pocos líderes mundiales que no se ha aventurado a felicitar a Biden en medio de las fuertes acusaciones de fraude electoral.

    La posición de México es esperar para ver si el equipo legal de Trump puede asegurar un triunfo electoral y continuar con 4 años de mandato (y guerra comercial contra China). Una consolidación del triunfo de Biden, pondría fin a la doctrina de “America First” de Trump y le devolvería a China el protagonismo como principal suplidor de las materias primas a la economía norteamericana, dejando nuevamente a México como un suplidor de menor protagonismo.

    Por otra parte, es interesante notar que el juego de AMLO va dirigido a ambos bandos. El gobierno mexicano ha sido muy cuidadoso en evitar ser “demasiado obvios” en su juego político, por esa razón, las relaciones con el gobierno de Trump no han sido tan abiertas y sinceras al público general, sino que su cooperación mutua se da tras bastidores, mediante la firma de acuerdos y alguna reunión ocasional entre los presidentes.

    En medio de este coqueteo político con los Estados Unidos, el presidente mexicano busca también abrir una nueva relación bilateral con China, respondiendo a las constantes invitaciones de los jerarcas de Beijing para participar en ferias comerciales y cumbres políticas, sin nunca detener la profundización de las relaciones económicas chino-mexicanas que se han multiplicado desde el año 2000.  De esta manera, el plan de México es intentar balancear a los gigantes geopolíticos de tal manera de sacar provecho de las relaciones con ambos países, sin inclinar demasiado la balanza de un lado o hacia otro.

    Es importante acotar que históricamente, la iniciativa para profundizar las relaciones entre China y México casi siempre han emanado del gigante asiático, pues los gobernantes y empresarios mexicanos ya se sentían cómodos con las buenas relaciones comerciales con los Estados Unidos, por lo que ahora es interesante notar la existencia de un rol más activo por parte de México para intentar acercarse a China.

    Aunque este juego es peligroso, México tiene una oportunidad de oro en ambos escenarios: Ante una poco probable pero aún posible victoria de Trump en los tribunales, los Estados Unidos continuarán con la guerra comercial en contra de China, reduciendo su dependencia del gigante asiático y buscando nuevas opciones para proveer las fábricas, industrias, comercios, sectores agrícolas y otras necesidades de los actores económicos norteamericanos. Entre esas opciones, evidentemente México es la opción más rentable a mediano y largo plazo para sustituir a China, aprovechando la deficiencia comercial que dejarían los proveedores chinos de materias prima al estar fuera de juego en la economía americana. De esta manera, México se convertiría en la “nueva China” de la economía americana.

    En el otro escenario, ante la consolidación del triunfo de Biden después de la batalla legal, las relaciones con China se normalizarían y profundizarían, por lo que ahora el gobierno y los empresarios mexicanos estarán forzados a ver a China como un potencial socio comercial, en donde podrán conseguir una clientela bastante numerosa e interesante.

    El crecimiento exponencial de China no se detendrá en las próximas décadas, sino que más bien incrementará aún más. Por esa razón, aunque en el corto plazo el triunfo de Trump y la guerra comercial contra China será beneficiosa para México en el corto plazo, el triunfo de Biden y la normalización de las relaciones con China será beneficiosa a largo plazo. Ambos escenarios son buenos en este juego peligroso sí y solo sí, geopolíticamente hablando, se balancean los dos gigantes.

    Foto: REUTERS/Daniel Becerril

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