CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ

    Un fantasma recorre Latinoamérica, pero no es el fantasma que profetizaba Marx, sino, muy por el contrario, las protestas sociales que recientemente han sacudido la región no buscan una dictadura, sino una mejor democracia, incluso contra todo pronóstico en plena pandemia, principalmente en Perú, Guatemala, y Chile, protestas que tienen a prima facie orígenes y propósitos distintos; sin embargo, bajo un análisis más cuidadoso podemos advertir ciertas regularidades que nos permite afirmar que dicho malestar social tienen más cosas en común de lo que uno podría imaginar, siendo para dicho análisis utilizaremos la metodología de las ciencias sociales, esto es, encontrar regularidades en los fenómenos políticos observados, para intentar darle una explicación racional que sustente y esclarezca las protestas de naturaleza política y social que afronta Latinoamérica.

    Sobre la democracia

    Se suele afirmar que la democracia como sistema político se sustenta en la confianza existente entre gobernantes y gobernados, esta confianza es depositada cada cierto tiempo mediante un proceso electoral, en donde los ciudadanos mediante la emisión de su voto suelen escoger con cierta regularidad a quienes los gobernaran, los cuales ocuparan los cargos más importantes de la administración pública de su país, siendo que el sistema político democrático, que tiene sus orígenes más preclaros en Pericles allá en el siglo V A.C. cuenta con mecanismos de control, ello para evitar el ejercicio arbitrario del poder político de quienes son autoridades, así el pueblo castiga o premia con sus votos la correcta o indebida administración de sus políticos, permitiendo la renovación de los cuadros encargados de administración del Estado, principalmente en el Poder Ejecutivo y en el Poder Legislativo.

    El sistema democrático es sin duda el que mejores experiencias históricas nos ha dado a lo largo de la civilización, tanto así que Francis Fukuyama (1) refería que la historia había acabado con el triunfo de la democracia liberal, sobre sus más desafiantes rivales, tanto el fascismo como el comunismo; sin embargo, las protestas recientes en la región probarían lo contrario, al parecer la historia no acabaría con la democracia liberal – representativa que predecía Fukuyama, y prueba de ello son los recientes acontecimientos ocurridos en países latinoamericanos, protestas que se dieron no el sistemas totalitarios, tampoco en dictaduras militares, sino, por paradójico que parezca, en sistemas políticos que tienen a la democracia representativa como modelo político-constitucional, ahora bien, ¿Cómo acaso esto es posible? ¿Cuál es la razón por la cual la población protesta contra los representantes que ellos mismos escogieron?, la respuesta la encontramos en un error estructural del propio sistema, así como todo creación humana, la democracia también cuenta con defectos, los cuales se hacen más visibles durante las protestas, impulsada principalmente por jóvenes, que impulsados por un deseo de justicia, no hacen suya las reglas de la democracia representativa, y por el contrario, por medio de la protesta, algunas veces violenta, pero casi siempre legítima, buscan establecer una nueva forma de democracia, una sin intermediarios que permita a la población hacerse escuchar y tomar su voz en cuenta en las decisiones de la cosa pública.

    Si la democracia representativa se sustenta esencialmente, en que las autoridades escogidas por la ciudadanía ejerzan el poder conforme los intereses de esa mayoría ¿Cuál es la razón por la cual la población de muchos países latinoamericanos sale a protestar contra las propias autoridades que previamente han escogido? La respuesta a esta interrogante quizá la podemos encontrar en la literatura de ciencia política, en atención a que la democracia representativa tiene un defecto estructural, debido a que las autoridades políticas si bien son escogidas por la sociedad, estás no se deben al electorado por las cuales fueron ungidas, sino por el contrario, se sienten vinculadas a los que hicieron posible su candidatura, desde el partido político por el cual postularon, a los grupos de poder que financiaron su candidatura, así como los medios de comunicación que le dieron espacio para lanzar su oferta electoral, razón por la cual, una vez estando en el ejercicio de sus funciones, ya sea en el Ejecutivo o ya sea a en el Legislativo, sus acciones tenderán a favorecer no al grupo poblacional que los escogió en el proceso electoral, sino por el contrario, a los grupos de poder que le permitieron postular, lo que permite perversamente, que la democracia representativa garantice que el pueblo escoja a sus representantes, pero no garantiza en lo más mínimo que sus representantes gobiernen a favor del pueblo.

    Este divorcio entre lo que se espera de la democracia, y lo que pasa en la realidad constituye el combustible que incendia la protesta social en los países de la región, que habiendo escogido a sus representantes tanto en el gobierno como en el congreso, se ven desairados cuando sus autoridades no gobiernan ni legislan a favor de los intereses comunes, sino por el contrario, a favor de los intereses de los grupos de poder, que dotaron de recursos para que dichas personas lleguen a estos puestos públicos, al respecto sobre dicha dinámica se suele afirmar que “los partidos pierden y ganan elecciones, y los electores premian o castigan con sus votos el desempeño gubernamental. Los perdedores de ayer pueden convertirse en los vencedores del mañana al desgastarse en el poder los ganadores de ayer. Y los ciudadanos inconformes con el gobierno de hoy pueden mantener la esperanza de que las cosas serán diferentes con la próxima administración (2)”.

    A modo de conclusión

    La verdad en las ciencias sociales se suele encontrar más fácilmente en la realidad que en los libros, así cuando uno observa el perfil de los protestantes puede advertir fácilmente que bien desconocen nociones básicas y teóricas de democracia, constitución y derechos políticos, esto supone que no es un protestante ideologizado como lo fueron las protestas unas décadas atrás; sin embargo, tienen una clara noción que el sistema político que tienen en sus países no está funcionando, y por ello sale a marchar, por ello sale a protestar, e incluso está dispuesto a poner su vida por ese ideal, ahora la responsabilidad de canalizar dicha protesta no debe ser otra de los propios intelectuales de cada país, los cuales deben comprender el momento histórico que pasa la región y proponer nuevos modelos y estructuras que hagan de la democracia un mejor sistema político, pues “se suele decir que la democracia está en permanente construcción, que es un proyecto esencialmente inacabado” (3), razón por la cual la población no solo debe escoger a sus representantes, sino que también pueda participar en las decisiones públicas del gobierno de su país, haciendo que la democracia sea verdaderamente el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, tal y como lo refería Lincoln en el discurso de Gettysburg allá por el año 1863.

    Caso contrario, si los intelectuales de cada país dejan pasar esta oportunidad que la historia y el devenir han conjurado para estos tiempos, se corre el riesgo que las protestas sociales que recorren toda Latinoamérica como un fantasma sean aprovechadas por políticos, rivales de las actuales autoridades, que haciéndose pasar por falsos mesías, y con un discurso seductor pero falaz terminen aprovechándose de las expectativas populares, generando sólo un cambio de patrón o de autoridad, pero no de sistema, lo cual resulta sumamente peligroso, en la medida que los protestantes comenzarán a advertir que el problema no es el cambio de autoridades o personas, sino que el problemas está en el cambio del sistema, siendo que las propuestas no democráticas, principalmente provenientes del militarismo y del marxismo no democrático, que tantos problemas han traído a la región, puedan parecer modelos atractivos ante la imposibilidad del sistema democrático de subsanar sus propios errores. Siendo este un deber que cada uno debe cumplir por el bien de la democracia en Latinoamérica.

    CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ
    CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ

    AUTHOR: CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ (Bachiller en ciencia política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima -Perú), Licenciado en ciencia política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima – Perú), Maestro en gestión de políticas públicas por la Universidad Nacional Federico Villarreal (Lima – Perú), Candidato a doctor en filosofía en la especialidad de filosofía política – ética por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima – Perú), Especialista en derechos humanos y políticas públicas)

     

    Referencias bibliográficas

    1.FUKUYAMA Francis. El fin de la historia y el último hombre. Editorial Planeta, Barcelona, quinta edición, 1996.

    2 TANAKA Martín, Los espejismos de la democracia. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1998, pág.70

    3 LINARES Sebastián, La democracia participativa epistémica, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2017, pág. 335.

    Foto: El Comercio – Lima Perú

    (Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)

    Share.