Por CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ

    Una de las características diferenciadoras de los sistemas democráticos radica en la elección periódica de las más altas magistraturas, principalmente en el Ejecutivo y Legislativo, como los próximos gestores de la conducción del Estado en remplazo de los desgastados gobernantes de turno, es justamente en esta etapa denominada por politólogos como “emoción electoral” en donde los ciudadanos sopesan en su fuero interno sus razones y emociones para escoger a su candidato, que no es más que una proyección de las virtudes y defectos propios que cada persona identifica y proyecta en quien pretende elegir, por ello se suele decir que los candidatos “representan” a sus electores, y si existen propuestas electorales indebidas, desproporcionadas o incluso contraproducentes, probablemente se debe a que existen electores que se identifiquen con estas, ahora bien, si las personas suelen elegir a sus candidatos conforme sus propias representaciones y aspiraciones.

    ¿Cuál es la razón que pasado un tiempo de la elección existe un disforia entre lo que se cree elegir y lo que se termina eligiendo?, quizá la razón se deba a que solemos escoger lo que consideramos racional aunado a cierto influjo emocional, esto nos suele llevar a escoger la opción que más nos representa a nosotros; sin embargo, cabría preguntarnos, si ¿acaso la opción electoral que mejor nos representa constituye a la vez la opción más razonable para el bien común? Los teóricos clásicos del constitucionalismo y de la democracia no lo dudarían; sin embargo, dudamos de dicha afirmación sea correcta en la medida que ello no explica el descontento de la población con relación a sus gobernantes, para explicar ello cabría diferenciar lo racional de lo razonable, pues mientras el primero se desarrolla sobre el mundo ideal, el segundo sobre el mundo real, en otras palabras, se escoge electoralmente la propuesta imposible y por tanto, condenada a fracasar, pues al confundir lo racional con lo razonable se escoge lo imposible, lo que se ilustra ejemplarmente el mito de Prometeo.

    Prometeo y el Suplicio Electoral

    De todos los benefactores de la humanidad el titán Prometeo destaca por encima de los demás, hermano de Epimeteo y Atlas, se le atribuye una aguda inteligencia y astucia que le permitía engañar a los mismos dioses, generándose allí su propia perdición, así se le arroga haber engañado a Zeus en más de una ocasión, e incluso haber robado el fuego del mismo Olimpo para dárselos a los hombres como instrumento civilizador, esta última hazaña es justamente la que motiva al dios del Olimpo a condenarlo a un suplicio eterno, pues ordenó a Hefesto que construya unas cadenas incorruptibles para encadenarlo en las montañas del Cáucaso, en donde cada mañana aparecía Etón, un águila perversa que devoraba sin piedad el hígado del Titán, solo para que por la noches este volviera a crecer, generándose así un eterno retorno de suplicio y falsa esperanza, tal y como cuando los electores eligen en un sistema democrático cada cierto tiempo nuevos gobernantes, con la esperanza de que estos puedan cambiar la realidad, pero como la elección de los gobernantes y altas magistraturas obedece a una deliberación que favorece lo racional sobre lo razonable, esto es, se suele escoger propuestas inviables o imposibles, que bien podrían ser las mejores en un mundo ideal, pero al no ser viables se encuentran condenadas al fracaso en el mundo real, por lo que las esperanzas de un cambio suelen ser devoradas como las entrañas del Titán, el cual deja la ilusoria espera que pasado un tiempo, quizá la próxima elección, las expectativas de un cambio vuelva a crecer solamente para volver a ser devoradas por nuevos candidatos al igual que el águila Etón, en un eterno suplicio electoral.

    Lo Racional como lo Razonable

    Ante esta situación cíclica y perversa que agobia a los sistemas democráticos que cuentan con elección periódicas para la elección de sus representantes nos cabría preguntarnos que debiéramos hacer al respecto, así una alternativa fenomenológica que nos podría ayudar a abordar el problema radicaría en poder diferenciar lo racional de lo razonable, así el iusfilósofo Aulis Aarnio ha desarrollo una aproximación para ser aplicada a la teoría del derecho, que bien podríamos aplicar a la teoría de la democracia, este abordaje metodológico se sustenta esencialmente que a diferencia de las ciencias formales y de la naturaleza en donde la razón se despliega con toda su majestad al encontrarse con verdades inmutables como las de la matemática o la física, las ciencias sociales, en especial las encargadas del estudio del hombre en sociedad como el derecho, la política o sociología solo pueden aspirar a verdades contextuales, esto supone que debe escogerse no la mejor opción, sino acaso la opción más viable, es decir cuando la razón se adapta a la realidad, esta se vuelve razonable, y a diferencia de las ciencias que buscan la verdad inmutable, las ciencias sociales, como la que se encarga del estudio de la democracia, deben adecuar la razón a la realidad, pues una razón sin raíces, “pura”, sobre la realidad, se convierte en mera metafísica académica que pretende cambiar el mundo, sin acaso primero poder comprenderlo, por ello, de la misma forma en que Prometeo pudo escapar de su suplicio con una flecha disparada al corazón del águila por Heracles, utilicemos lo razonable como la flecha y el arco como la razón para escoger a nuestros gobernantes, y nunca al revés.

    Foto Créditos: Prometeo. Clemente Orozco (1930)

    BIBLIOGRAFÍA

    1. LO RACIONAL COMO RAZONABLE. UN TRATADO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN JURÍDICA. Aulis Aarnio. Palestra Editores, Lima, 2016.

    2. VIGILAR Y CASTIGAR, Michel Foucault, Editorial Siglo XXI, Madrid, 2da Edición, 2009.

    3. NUEVOS ESTUDIOS DE FILOSOFÍA, POLÍTICA, ECONOMÍA E HISTORIAS DE LAS IDEAS, Friedrich Hayek, Unión Editorial, 2da Edición, Madrid, 2017.

    4. EL CONTROL CONSTITUCIONAL DEL PODER POLÍTICO. Gutiérrez De la Cruz Cristhian Hugo, Editorial Iusticia, Lima, Primera Edición, 2020.

    5. EL IMPERIO DE JUSTICIA, Ronald Dworking, Editorial Gedisa, Barcelona, 2da Edición, 2012.

    CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ
    CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ

    AUTHOR: CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ (Bachiller en ciencia política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima -Perú), Licenciado en ciencia política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima – Perú), Maestro en gestión de políticas públicas por la Universidad Nacional Federico Villarreal (Lima – Perú), Candidato a doctor en filosofía en la especialidad de filosofía política – ética por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima – Perú), Especialista en derechos humanos y políticas públicas)

     

    (Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)

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