CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ 

    Dentro de la teoría de la democracia se suele utilizar la anécdota comentada por Cicerón sobre el aparente peligro en el ejercicio del poder político, remitiéndose para ello a una fábula de la Grecia clásica del siglo IV a.c., en donde según se cuenta Damocles era un cortesano y adulador de Dionisio I, soberano de Siracusa, siendo que el primero de ellos había propalado rumores de supuestos ejercicios indebidos en el cargo, habiendo llegado esto a los oídos del tirano, el cual decidió elaborar un escarmiento cuya anécdota llega hasta nuestros días, la cual consistía en proponerle a Damocles que ejerciera el cargo de gobernante por un día, este muy deseoso de gozar de las veleidades que el poder otorga no dudó ni un momento, es así una vez en el palacio se hizo servir los mejores banquetes y dispuso que se le sume la mejor compañía, siendo servido como un rey.  Solo después de haber comido y al levantar la cabeza para reposar ve temeroso e incredulo como de una fina y brillante cerda de caballo colgaba una refulgente espada sobre su momentáneo trono, símbolo del poder del reino, ante este privilegio no conocido, decidió apartarse inmediatamente del palacio y nunca más se le escuchó mencionar crítica contra el soberano.

    Gobernabilidad y Bien Común

    La anécdota histórica de Damocles suele evidenciar que el ejercicio del poder político siempre se encuentra bajo el acecho de los rivales y enemigos, los cuales buscan o fabrican en todo momento mecanismos e instrumentos para socavar la legitimidad en el ejercicio del cargo, desde golpes de Estado hasta denuncias por actos contrarios a la moral pública, pasando por una serie de mecanismos diversos entre sí y que tienen por propósito teleológico deslegitimar la figura del gobernante con respecto a la opinión pública, de tal forma que este pierda toda posibilidad de obtener éxito en una futura elección, situación fáctica que explica las razones por las cuales los gobernantes una vez dejado el ejercicio del cargo suelen perder el apoyo popular con el cual llegaron a ejercer dicho puesto, lo que es fácilmente entendible desde la oposición política, pues esto favorece los intereses de las demás agrupaciones de tentar el poder en una próxima elección, pero cuando esta oposición es draconiana e irracional, termina por diezmar y en el peor de los casos deslegitimar los intentos por gobernar, al respecto el Tanaka afirma “en suma, los partidos pierden y ganan elecciones, y los electores premia o castigan con sus votos el desempeño gubernamental. Los perdedores de ayer pueden convertirse en los vencedores de mañana al desgastarse en el poder los ganadores de ayer” (1).

    Gobernar es un término griego que suele traducirse como el ejercicio de conducir una embarcación a buen puerto, así el gobernante se asemejaría a un navegante, que dirige la nave del gobierno a un bien común; sin embargo, para que esto sea posible se requiere que toda la tripulación confié o por lo menos no socave abiertamente la autoridad del capitán, en esa misma línea de razonamiento, cuando los cuestionamientos de incapacidad o irregularidades en el ejercicio del gobierno termina paralizando el accionar del gobernante se corre el riesgo de caer en un punto muerto, en donde por diversas razones, aquellos que tienen el ejercicio del poder prefieren no utilizarlo por temor a la oposición, en esta situación la embarcación, o el Estado no tendrá rumbo fijo, quedando al vaivén de las olas de la opinión pública y dejando los temas de verdadera urgencia como salud, educación o pobreza a la merced de la inercia de la burocracia pública, lo cual resulta peligroso para un sistema político que pretenda fortalecerse, pues como afirma el filósofo político Linares “se suele decir que la democracia está en permanente construcción, que es un proyecto esencialmente inacabado” (2).

    Para evitar esta situación de desgobierno, las democracias occidentales suelen promover el consenso entre diversos actores políticos, así el acuerdo de voluntades entre diversos actores se da cuando las agrupaciones que eran férreas opositoras en la etapa electoral, una vez terminada la justa electoral, y se forma gobierno, las agrupaciones ganadoras terminan invitando, e incluso tomando algunas propuestas de campaña de sus opositores, pues entienden, y la población así lo hace también, que no importa quien tenga la conducción del Estado, sino que los verdaderos problemas que agobian a la población requieren del aporte de todo el espectro político (3), sin importar en mayor medida los colores de la solución, así en temas tan necesarios como políticas públicas en materia de salud, educación o lucha contra la pobreza y la corrupción se requiere buscar propuestas que permitan el mayor bien común, esto explica por qué en democracias consolidadas, las políticas públicas no se cambian cada 4 o 5 años con cada gobierno de turno, sino que estas se mantienen por décadas, pues si bien cada gobernante puede darle un particular enfoque, lo sustancial no cambia, situación que evidencia una madurez en la gobernabilidad; sin embargo, lo adverso a la gobernabilidad proviene de la polaridad y es propio de democracias latinoamericanas.

    Polaridad y desgobierno

    En una sociedad abierta, propia de un Estado Constitucional y Social de derecho la pluralidad es la norma, en la medida que los ciudadanos en ejercicio de su derecho a la libertad y autodeterminación pueden escoger como es que esperan vivir sus vidas; pues bien afirma Fukuyama al decir que “el gobierno constitucional moderno y el Estado de derecho se instauran precisamente para limitar la capacidad decisoria en el ejercicio del poder estatal tal y como refleja el gobierno de las leyes y no el gobierno de los hombres (4).

    No obstante, esta libertad genera a su vez diversidad de posiciones sobre diversos puntos, unos tan simples que no conllevan a mayor discusión, y otros que terminan polarizando la opinión pública, en materia de derechos civiles (eutanasia, aborto, migrantes), derechos económicos (la participación del Estado en el mercado) y hasta religiosos (la secularización del Estado y su relación con la iglesia), este devenir es el causante que se generen ciertos sectores en el espectro político, que tomen por banderas posiciones totalmente extremas, los cuales con un mensaje electoral sumamente atractivo para un gran sector del electorado, buscan implantar cierta percepción del mundo, limitando con ello las otras formas de pensar, así cuando estas agrupaciones llegan a formar gobierno, suelen enfrentarse a un país polarizado, en donde existirá una parte de la población totalmente contraria a las posiciones que pretenden ejercer como gobierno, y por el otro lado, una parte del electorado expectante que se cumpla con el programa extremista por el cual votó.

    En esta situación, el gobernante que llegó al poder mediando la polarización advierte que si bien polarizar al electorado permitió hacerlo ganar una elección, a la vez (y una vez ya gobierno) limita sus posibilidades gobernar con efectividad, pues quien dice gobierno dice consenso (5), y quien llegó al poder promoviendo la división, es imposible que luego logre la confluencia de esfuerzos en una sociedad dividida, esta situación explica por qué en las democracias de América Latina resulta tan difícil gobernar, pues al igual que Damocles, los candidatos promueven las causas de su propia perdición una vez que son gobierno, pues la polarización y desgobierno constituye la espada que cuelga sobre el fino y voluble hilo de la opinión pública sobre la cabeza del gobernante polarizador del siglo XXI.

    CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ
    CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ

    AUTHOR: CRISTHIAN HUGO GUTIÉRREZ DE LA CRUZ (Bachiller en ciencia política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima -Perú), Licenciado en ciencia política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima – Perú), Maestro en gestión de políticas públicas por la Universidad Nacional Federico Villarreal (Lima – Perú), Candidato a doctor en filosofía en la especialidad de filosofía política – ética por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima – Perú), Especialista en derechos humanos y políticas públicas)

    BIBLIOGRAFÍA

    1. LOS ESPEJISMOS DE LA DEMOCRACIA. Martín Tanaka, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1998.

    2. DEMOCRACIA PARTICIPATIVA ESPITEMICA. Sebastián Linares, Marcial Pons, Madrid, 2017.

    3. POLÍTICA Y GOBIERNO. Karl Deutsch, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 11va edición, 1976.

    4. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO. Francis Fukuyama, Editorial B, Barcelona, 2004.

    5. INGENIERÍA CONSTITUCIONAL COMPARADA. Giovanni Sartori, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.

    (Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)

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