Natali Galeano Guzmán

    La cuestión fundamental en este artículo es debatir ¿cómo debe entenderse las acciones desarrolladas por la sociedad civil en Bogotá el 9 de septiembre de 2020 a raíz del asesinato de Javier Ordoñez? ¿Insurrección social? ¿Violencia? ¿Vandalismo? ¿Resistencia civil?

    Las acciones desarrolladas durante el miércoles 9 de septiembre de 2020 en Bogotá son un claro ejemplo de resistencia ante la opresión. Un pueblo que se ha visto sistemáticamente afectado por las presiones e imposiciones de la fuerza pública y armada se levanta, ante  el abuso, la muerte y la opresión. Muchos han sido los casos de abuso policial realizados por las fuerzas armadas de Colombia durante el transcurso del 2020, entre estos, violencia física, abuso, violación y homicidio.

    La cuestión en este sentido es, ¿deberíamos validar o descalificar las acciones de las fuerzas armadas, o de los hombres y mujeres que se volcaron a las calles de Bogotá a exigir respeto por la vida? La respuesta es ni lo uno, ni lo otro, aquí la vida lo único fundamental. Por lo tanto, al observar las acciones de las fuerzas armadas como, por ejemplo su despliegue durante las protestas de noviembre de 2019 un agente del ESMAD asesinó a Dilan Cruz. En el trascurso de  esas manifestaciones de observaron muchos más casos de abuso de poder policial, pero el caso de Dilan duele en la memoria de los Colombianos ya que era un joven inocente que se encontraba en las calles de Bogotá exigiendo sus derechos y que fue asesinado a sangre fría. En igual sentido, a medidos de 2020 un grupo de militares abusaron de una niña embera en zona rural de Risaralda, y la respuesta Estatal siempre es la misma, la presencia de unas cuantas “manzanas podridas”. Estos actos despertaron el repudio nacional presentándose protestas en diferentes municipios de Colombia exigiendo respeto por la vida y dignidad.

    Estas acciones son unas cuantas que saltan a la luz en medio de un sin número de casos de abuso y violencia que se continuaban repitiendo en diferentes municipios de Colombia. Adicional a lo anterior, la pandemia y posterior cuarentena otorgó mayor poder represivo a las fuerzas armadas presentándose aún más casos de abuso de poder. Unido a esta lista de acciones y cifras de violencia en la noche del martes 8 de septiembre es asesinado Javier Ordoñez por un grupo de policías en Bogotá, las grabaciones e imágenes del abuso de poder recuerdan lo sucedido con George Floyd en Estados Unidos, el cual, al ser atacado por un grupo de policías repetía “no puedo respirar”, Javier por el contrario repetía “no más por favor”. Las acciones en contra de George Floyd despertaron el movimiento Black Lives Matter, el cual fue avalado y celebrado por gran cantidad de personas en todo el mundo y en Colombia, las cuales se unieron en un solo grito a exigir respeto por la vida. No obstante, el cuestionamiento fundamental que genera este levantamiento social en los Estados Unidos es  ¿por qué la movilización social en favor de la vida que rechaza las acciones abusivas de las fuerzas armadas en Colombia no es validada sino, por el contrario criminalizado atacando a los manifestantes y tildándolos de vándalos?

    De esta forma se evidencia nuestra hipocresía como colombianos, nos duele y moviliza desde la burbuja de privilegio lo externo y no nos detenemos a sentir dolor por lo que sucede en nuestra tierra. Por la muerte y el abuso diario y el régimen del temor que esto ha creado, la respuesta es sencilla, siempre estamos mirando a exterior, como el exterior inmola sus luchas. ¿Acaso las vidas colombianas valen menos para quienes critican y atacan las protestas del 9 de septiembre? No, Javier al igual que George Floyd pidió por su vida, pidió no morir, pero la fuerza pública bajo la vista impotente de otros ciudadanos acabó con su vida.

    ¿Qué debemos hacer? Primeramente, ser empáticos, ofendernos, sentirnos dolidos, sensibilizarnos ante la muerte y los abusos de la fuerza pública, y posteriormente tomar acción, esto no es necesariamente una invitación a ir destruir los CAI, sino a movernos, a cuestionarnos, a solicitar cambios sociales estructurales.

    Por otra parte, debe entenderse la posición de superioridad que tienen las Fuerzas Armadas sobre los civiles, estos lemas que se levantan en redes sociales de igualdad no están más que lejos de la realidad. La Policía Nacional de Colombia es un cuerpo armado colegiado que depende del Ministerio de Defensa, siendo por lo tanto, en propias palabras de la Constitución Política de Colombia “un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la Nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas (…)” (Constitución Política de Colombia, 1991, artículo 218).  La Policía y sus agentes debido a su naturaleza cuentan con una serie de protocolos que definen su actuar, uno de estos es el uso proporcional, necesario y razonable de la fuerza. Adicional a lo anterior, la fuerza pública es un órgano instruido físicamente, por lo tanto, cuentan con conocimientos en defensa y uso de la fuerza de los que los civiles no cuentan. En este sentido, es imposible igualar un policía a un ciudadano, sin protección institucional, sin instrucción especial y más aún, desarmado.

    En este sentido, no podemos hablar de  extralimitaciones en las acciones de los ciudadanos, si no, de legítimos actos de resistencia, entendida por su supuesto desde la autonomía ciudanía para resistirse al ejercicio despótico de la fuerza en su contra. Así, el derecho a la resistencia se asimila “al derecho a la protesta, considerando éste como ‘primer derecho’” (Furfaro, 2010, pág. 7).  En este orden de ideas la protesta es la última carta que tienen los ciudadanos para exigir el ejercicio legítimo de sus derechos fundamentales cuando el Estado bajo acciones abusivas niega los reclamos bajo vías normales.

    Autora: Natali Galeano Guzmán  (Maestrante en Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Abogada de la Universidad Libre de Colombia). 

    (Las ideas y opiniones expresadas en este artículo son las de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de World Geostrategic Insights). 

    Foto: Newsflash

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