Por Nikola Mikovic

    Situado entre dos vecinos gigantes -Rusia y China-, Kazajstán aspira a reforzar sus posiciones en Asia Central y también a estrechar lazos con otros grandes actores mundiales, en concreto con la Unión Europea y Estados Unidos.

    Nikola Mikovic
    Nikola Mikovic

    En las actuales circunstancias geopolíticas, la «política exterior multivectorial» de Astana, establecida inicialmente por el anterior presidente del país, Nursultan Nazarbayev, no parece tener alternativa.

    El mayor país de Asia Central busca diversificar su economía y, al mismo tiempo, establecer su propia posición independiente en el mundo. Pero el problema para Astana es que podría acabar viéndose presionada para elegir un bando en una nueva Guerra Fría. De momento, Kazajstán intenta beneficiarse de las tensas relaciones entre Occidente y Rusia convirtiéndose en un destacado centro de transporte transcontinental.

    «Esta ambición se materializa en el Corredor Medio que une China y la UE por ferrocarril, mar y carretera», declaró Roman Vassilenko, Viceministro de Asuntos Exteriores de Kazajstán, en una rueda de prensa sobre el Foro Internacional de Astana, que se celebra en la capital kazaja los días 8 y 9 de junio.

    De hecho, el Corredor Medio, también conocido como Ruta Transcaspiana de Transporte Internacional (TITR) -que parte del Sudeste Asiático y China y atraviesa Kazajstán, el mar Caspio, Azerbaiyán y Georgia- se considera una alternativa para llegar a los mercados europeos e internacionales y eludir Rusia. Astana, a pesar de ser el aliado nominal de Rusia en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), así como miembro de la Unión Económica Euroasiática (UEEA), dominada por Rusia, podría desempeñar un papel muy importante en este proceso.

    Según Alibek Kuantyrov, Ministro de Economía Nacional de Kazajstán, el Corredor Central podría acabar formando parte de la Iniciativa china «Belt and Road». Como resultado, Pekín podría dejar de mostrarse ambivalente respecto a este proyecto de infraestructuras. Pero, ¿tendrá esta política kazaja de participación en proyectos destinados a eludir a Rusia repercusiones en las relaciones del país con Moscú?

    Aunque quisiera, el Kremlin no está en condiciones de presionar seriamente a Astana para que no participe en la construcción del Corredor Medio. Moscú, aislado de Occidente, trata de preservar los restos de su influencia en Kazajstán. Por eso es poco probable que esté dispuesto a arriesgarse a poner en peligro sus relaciones con la nación centroasiática, independientemente de la cooperación de Astana con Occidente, así como con otros actores globales y regionales. Por el momento, Rusia parece estar satisfecha con el hecho de que Kazajstán no se haya sumado a las sanciones occidentales contra Moscú.

    «No apoyamos las sanciones antirrusas, pero las cumplimos», declaró el ministro de Economía Nacional de Kazajstán el 7 de junio, señalando que los intereses económicos del país son la principal prioridad de Astana.

    En otras palabras, Kazajstán no permitirá que Rusia eluda las sanciones, ya que tales acciones podrían dar lugar a sanciones secundarias de la UE contra empresas kazajas. Por su parte, es poco probable que el Kremlin pueda obligar a Astana a cambiar el rumbo de su actual política exterior. Empantanada en Ucrania, Rusia no parece tener capacidad para presionar a Kazajstán para que adopte una postura prorrusa activa. Por tanto, Moscú tendrá que aceptar una nueva realidad en la que Astana seguirá formando parte de la UEEA, pero no irá más allá de la integración económica en esta entidad.

    El mero hecho de que Kazajstán haya introducido recientemente un sistema de control electrónico de las mercancías exportadas a los miembros de la UEEA indica que la nación centroasiática pretende evitar que Rusia utilice el territorio kazajo para eludir las sanciones occidentales mediante un libre comercio dentro de la Unión Euroasiática. Por otra parte, se espera que la Unión Europea siga aumentando su presencia no sólo en Kazajstán -país cuyo principal socio comercial es la UE- sino en Asia Central en general. Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, la UE ha celebrado varias cumbres con naciones de Asia Central, lo que sugiere que Bruselas podría intentar expulsar gradualmente a Moscú de la región que tradicionalmente ha estado en la esfera de influencia rusa.

    El hecho de que la economía kazaja sea casi un tercio mayor que la de los demás países centroasiáticos juntos, y que alrededor del 60% de la inversión extranjera en la región recaiga en Kazajstán, significa que la UE seguirá prestando especial atención a sus relaciones con Astana. Tanto para Kazajstán como para la Unión Europea, la cooperación energética desempeña un papel crucial en su asociación.

    Dado que el 80% de las exportaciones kazajas de petróleo a Occidente pasan por oleoductos rusos, se espera que en un futuro próximo Astana siga equilibrando cuidadosamente sus lazos con Moscú y sus ambiciones de convertirse en uno de los principales proveedores europeos de petróleo. Pero a largo plazo, si las rutas energéticas alternativas que eluden a Rusia llegan a ser plenamente operativas, se espera que Kazajstán reduzca significativamente su dependencia del Kremlin, lo que significa que para Astana, preservar una alianza nominal con la Federación Rusa puede dejar de ser tan importante como lo es ahora.

    Mientras tanto, la nación centroasiática, rica en energía, seguirá sin duda aplicando su política exterior «multivectorial». Y ni Moscú ni Occidente parecen oponerse a este enfoque.

    Autor: Nikola Mikovic (Periodista, investigador y analista residente en Serbia. Cubre principalmente las políticas exteriores de Rusia, Bielorrusia y Ucrania)

    (Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen únicamente al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights).

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