Carlos Ernesto Sánchez Piñerua

    Erróneamente, se suele asociar la palabra bienestar y el carácter social del Estado con los programas de gobierno que adoptan los partidos políticos de corte socialista o socialdemócrata.

    Carlos Ernesto Sánchez Piñerua
    Carlos Ernesto Sánchez Piñerua

    Esto ocurre porque básicamente la educación económica contemporánea señala una dicotomía entre la eficiencia y el bienestar social; el primero iría en consonancia con los valores de un sistema de derechos y libertades individuales, mientras que el segundo respondería a los valores que están a favor de los intereses de la sociedad. Esta visión es muy simplista y merece una profundización de su estudio para demostrar que el Estado Social de Derecho y el Estado de Bienestar no son propios de una ideología política.

    Por lo general, el caso noruego suele ser el ejemplo por excelencia de un Estado Social de Derecho. Este es un país con sistema monárquico constitucional, cuyo Jefe de Gobierno actual es del partido socialdemócrata noruego. Se puede evidenciar que, en esta nación, el Estado tiene un fuerte intervencionismo en la vida económica de los ciudadanos para garantizar condiciones de bienestar. Por ejemplo, el servicio de telecomunicaciones, la electricidad, el suministro de agua potable y las vías de comunicación son responsabilidades abordadas constitucionalmente desde la iniciativa pública (no privada), dado que este país maneja un fondo soberano de estabilización macroeconómica sostenido por la renta petrolera. Esto no implica que se prescinde del libre mercado y del derecho de propiedad para la producción de bienes privados, sino que los bienes comunes y los servicios públicos son asumidos por el Estado directamente. El resultado de esto señala que Noruega es uno de los países con mayores índices de bienestar social, de acuerdo al Banco Mundial en 2018.

    Sin embargo, la afirmación “el Estado Social de Derecho y Estado de Bienestar parte de una ideología socialdemócrata o socialista” es errado desde el punto de vista kantiano, porque no goza de universalidad ni de necesidad (condiciones para considerar el conocimiento como a priori). Si se realiza una revisión de la economía política clásica, se podrá detallar que, en el Palacio de Versalles de 1783, los partidarios del conservadurismo que avalaban el sistema económico proteccionista y la concentración del poder político en el Rey se sentaban a la derecha de la Asamblea de Ciudadanos con el fin de defender los intereses de la Monarquía, mientras que los liberales se ubicaban a su izquierda para amparar a la sociedad a partir del establecimiento de los derechos y libertades individuales sin ninguna forma de intervencionismo del Estado.

    En este sentido, Adam Smith, padre del Liberalismo Económico Clásico, reconocía en su obra Teoría de los Sentimientos Morales (1759) que el hombre por naturaleza es un ser egoísta que busca el beneficio individual; sin embargo, debido a su capacidad de empatía, puede sentir cómo están sus semejantes para ofrecerles apoyo; dentro de las relaciones humanas, esta reacción es recíproca, de modo que los individuos pueden mejorar su situación a partir de la capacidad de empatía. De allí, nace la tesis de la “Mano Invisible” para manifestar que el hombre es un ser que busca maximizar el beneficio individual a partir de las relaciones humanas que establece, porque es un ser capaz de empatizar con su entorno. En el contexto del mercado, aunque los oferentes y demandantes busquen alcanzar una mejor situación individual, la capacidad de compadecerse por los demás individuos facilita el intercambio económico en el que se alcanza de manera espontánea el bienestar social, tal como lo describe Adam Smith al plantear por segunda vez la tesis de la “Mano Invisible” en Investigación sobre Origen y Causas de la Riqueza de las Naciones (1776).

    En este sentido, vale la pena citar el caso de Alemania y Polonia que son países inmersos en el Estado de Bienestar y el Estado Social de Derecho a partir de una perspectiva ideológica del liberalismo. Estas dos naciones conciben en sus Constituciones y leyes un sistema de derechos que defienden la libertad, la solidaridad y el emprendimiento del individuo. Por supuesto, se reconoce el libre mercado como pilar fundamental de la sociedad, pero se hace un mayor énfasis en el marco institucional en el que el Estado debe garantizar condiciones mínimas de bienestar para que el individuo desarrolle sus capacidades productivas con las que pudiera emprender en el mercado, sin que se le sustituya sus responsabilidades económicas.

    Véase que luego de la Segunda Guerra Mundial y la caída del estalinismo en Alemania y Polonia respectivamente, se forjó las bases constitucionales en ambos países para que el Estado tuviera una participación en las garantías de derechos fundamentales y la defensa de la dignidad humana que son vitales para fomentar el emprendimiento económico, el desarrollo del mercado y el progreso técnico de la sociedad. De hecho, el Banco Mundial señala que, en 2017, Alemania y Polonia fueron los países que ocuparon el 61% aproximadamente de su gasto público en educación, programas de formación y capacitación, innovación tecnológica y desarrollo de capital humano. Esto se ha materializado en desarrollo económico y reducción de la brecha de desigualdad social, ya que los ciudadanos se desenvuelven en un entorno donde pueden formarse, competir libremente y acceder a las oportunidades bajo un esquema de emprendimiento y trabajo, sin que el Estado tenga que interceder con políticas demagogas ni clientelares.

    Dado que se menciona el ejemplo de Polonia, vale la pena mencionar que San Juan Pablo II, como líder religioso a finales del siglo XX que intercedió para la salida pacífica del estalinismo polaco, rechazó bajo su doctrina el socialismo, porque lo señalaba como una ideología que imponía la introducción forzosa de la igualdad, la justicia y el idealismo en el esquema social para someter al individuo a los intereses colectivos, lo cual despoja al hombre de su naturaleza antropológica.  Por el contrario, este importante actor reveló una rama liberal dentro de la Doctrina Social de la Iglesia en el que se resalta la solidaridad como valor fundamental del Estado Social de Derecho para concebir las libres relaciones humanas bajo un ambiente de estabilidad política, prosperidad económica y bienestar.

    Para finalizar, dada la descripción del Estado Social de Derecho y el Estado de Bienestar concebido en países socialdemócratas (como Noruega) y países ordoliberales (como Alemania y Polonia), se puede afirmar que estas figuras de Estado no son propias de una corriente ideológica, sino que responden a los valores de la solidaridad y la dignidad humana concebidos constitucionalmente. Esto demanda que el mundo supere el esquema de clasificación clásica de corrientes ideológicas de izquierda y derecha política; de hecho, se debe fomentar un nuevo sistema que agrupe la diversidad de doctrinas bajo otros parámetros que faciliten la interpretación y el estudio contemporáneo de las ciencias jurídicas y políticas.

    Author: Carlos Ernesto Sánchez Piñerua (Economista – Universidad Central de Venezuela – Máster en Prospección y Transformación y Gestión de Petróleo y Gas – Universidad Distancia de Madrid)

    (Las ideas y opiniones expresadas en este artículo son las de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de World Geostrategic Insights). 

    Foto: Sarah Wrack

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