Irina Márquez Frontado

    Corea del Norte es prácticamente el equivalente político y social del Coco que se esconde bajo la cama de democracias durmientes.

    Irina Márquez FrontadoTanto es así, que cuando Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos en 2016, el entonces presidente Barack Obama le dijo que Corea del Norte sería “la más alta prioridad de seguridad nacional durante su presidencia”. Y, de alguna manera, lo fue y no lo fue. Abramos entonces esta Caja de Schrodinger y, como ejercicio intelectual, intentemos visualizar un camino hacia la democracia en Corea del Norte.

    En los últimos años, durante el gobierno de Donald Trump la estrategia geopolítica de Corea del Norte, específicamente su líder Kim Jong Un, ha cambiado. Ha buscado mostrar un aspecto más accesible y colaborador hacia el resto del mundo, abriéndose a conversaciones de paz con enemigos históricos como Corea del Sur y Estados Unidos, mientras se empeña en mantener activo su programa nuclear al mismo tiempo.

    El razonamiento fundamental detrás de esta muestra mínima de cooperación es la relajación de la multitud de sanciones que la comunidad internacional ha impuesto sobre el país, y que son una de las principales razones por las que la economía del país no ha logrado surgir en los años desde su fundación. Estas sanciones parten de que el programa nuclear no autorizado que es la joya de la corona de la estrategia militar norcoreana –y, aparentemente, un punto de orgullo para toda la sociedad– ha ido en aumento y no en decadencia durante el gobierno de Kim Jong Un y de sus antepasados.

    Para realizar este ejercicio mental, se tomará en cuenta el análisis de Juan Linz sobre los tipos de transiciones democráticas según Alfred Stephan. Específicamente se va a estudiar la vía en la cual la transformación es dirigida desde dentro del régimen autoritario. Las razones para elegir esta vía en particular son varias: En primer lugar, el hecho de que, en este momento, no existe una oposición relevante en Corea del Norte, ni dentro del régimen ni fuera de él. Por otro lado, el gobierno de Kim Jong Un tiene un control total sobre las fuerzas militares del país y, al ser sus miembros considerados ciudadanos de élite, no es probable que estos se unan a un proceso anti-régimen si lo hubiese. Por último, respecto a las vías que se basan en la intervención internacional; aunque estas parecen más posibles dado el interés de la comunidad internacional de desarmar al país asiático, no son probables sin una provocación militar seria de parte de Corea del Norte. Además, dado que cualquier ataque que saliera de ahí iría, muy probablemente, contra los Estados Unidos, las ramificaciones geopolíticas de una intervención militar estadounidense en la Península de Corea –ubicada al lado de China y Rusia– son imposibles de cubrir en este texto.

    Si se toma en cuenta que las transiciones democráticas generalmente comienzan gracias a la insatisfacción popular, el factor desencadenante del proceso, podemos proponer que los graves azotes a la ya débil economía de Corea en el 2020 podrían convertirse en un factor desencadenante en este caso. Las agencias de la ONU calculan que hasta el 43% de la población, u once millones de personas, sufren de desnutrición o inseguridad alimentaria. El gobierno de Kim Jong Un podría verse obligado a hacer concesiones hacia otros países para que relajen las sanciones impuestas y poder generar un mayor impulso para recuperar la economía.

    Linz menciona dos puntos vitales en el paso de un gobierno autocrático a una democracia: elecciones libres y un liderazgo fuerte para guiar el proceso. Igualmente, destaca el rol que pueden jugar los militares en estos casos. Este último punto presenta un dilema interesante, si proponemos que una transición hacia la democracia en Corea del Norte sucedería desde dentro del régimen. Kim Jong Un ostenta un control total sobre la rama militar del país, así que podría manipular de una u otra manera su reacción ante este proceso. Sin embargo, también es posible que los líderes militares tengan fuertes convicciones respecto a la situación geopolítica de Corea y sobre su futuro político, alineadas con la actual ideología. Viendo que el ejército es una de las fuerzas económicas más importantes de la nación, si estos decidieran desalinearse de la visión propuesta por Kim Jong Un no hay ninguna garantía de que esta se pudiera llevar a cabo.

    Respecto a los otros puntos hay diversas variables a considerar. Realizar elecciones libres en Corea del Norte involucraría la creación de instituciones democráticas como un Consejo Electoral objetivo y la elección no solo del presidente, sino de representantes o senadores que vinieran de diferentes orígenes políticos y siguieran ideologías variadas para garantizar un gobierno más democrático y equilibrado. Probablemente, sería necesario invitar observadores internacionales neutrales para garantizar la transparencia del proceso electoral.

    Sin embargo, también es necesario tomar en cuenta el ambiente psicológico de la sociedad norcoreana y si después de tantos años viviendo con el gobierno autoritario de la familia Kim, serían capaces de participar en un proceso electoral democratico, de votar por una persona que no reflejara al líder que conocen desde hace 72 años. Todos piensan que los norcoreanos viven una situación tan terrible que tomarían cualquier oportunidad para cambiarla, pero en un país tan aislacionista, que nunca ha tenido instituciones funcionales, esta realidad puede parecer la única normalidad.

    Por otro lado, habría que explorar las formas en que esta transición afectaría la dinámica geopolítica de la región y del mundo. China es el aliado más fuerte de Corea del Norte en este momento y tienen un fuerte interés en que esto continúe. Aunque no están felices con el desarrollo del programa nuclear, el gobierno chino considera a Corea del Norte un buffer entre su territorio y el de Corea del Sur, el cual contiene aproximadamente veintinueve mil soldados americanos, y no considera prioritario que esto cambie.

    Los lazos entre los dos vecinos han crecido incluso en medio de una caída en el comercio causada por las sanciones. En 2018, las importaciones chinas de Corea del Norte se desplomaron un 88%, mientras que las exportaciones cayeron un 33%. Pero incluso frente a las crecientes restricciones comerciales, el comercio informal establecido a lo largo de la frontera entre los dos países en artículos como combustible, mariscos, gusanos de seda y teléfonos celulares parece estar en curso.

    Una transición a la democracia en este país podría causar que la influencia de Estados Unidos y otras democracias occidentales creciera en la región. De igual forma, la desaparición de las sanciones económicas en contra de Pyongyang y el régimen norcoreano fortalecería la economía y rebajaría el nivel de dependencia que estos sienten hacia China. Esto haría al país menos manipulable, exactamente lo opuesto a lo que Xi Jinping querría.

    En última instancia, China quiere asegurarse de que tendrá un papel influyente en cualquier resolución que se materialice en la península de Corea, para proteger sus propios intereses nacionales. Adicionalmente, los expertos dicen que el patrón de reuniones de Kim y Xi sirve para mejorar la posición negociadora de Pyongyang con Seúl y Washington. Para Xi, la aparición de vínculos más estrechos con Corea del Norte también ayuda a China a gestionar su relación con Estados Unidos, demostrando que Pekín podría ser útil para negociar un acuerdo de desnuclearización.

    Al final todo esto es solo especulación. El gobierno norcoreano no ha dado indicación alguna de querer iniciar un cambio político de esta profundidad y la dinámica geopolítica de la zona hace que la intervención extranjera sea poco factible y extremadamente delicada. No es coincidencia que Estados Unidos y todos sus aliados hayan evitado entrar en un conflicto bélico con Corea a pesar de sus pasadas agresiones. El futuro norcoreano es una paradoja que aún no se logra resolver; la Caja de Schrodinger, por ahora, continuará cerrada.

    Autora: Irina Márquez Frontado (Estudiante de último año de Derecho y Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana, Delegada de MetroMUN 2017 y 2018. Previa experiencia trabajando con diputados y el Comisionado a las Naciones Unidas del gobierno de Juan Guaidó. Caracas, Venezuela). 

    (Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)

    Foto: Reuters

    Share.